I'm sorry. I can't. Don't hate me.
Y esto, para los caballeros que tal vez no tengan idea, se traslada a la vida real donde vas caminando por la calle y ves a un flaco con el que flasheas que va a pasar algo, incluso (y por favor que alguien me diga que también le pasó) los hombres de tu vida, de repente, empiezan a ser como los de la serie (Big es Fer, Aidan es Juan, etc.) salvando las distancias porque, admitamos, estamos lejísimos de ser el modelo de protagonista de una serie cualquiera sea su género.
Ahora, hasta ahí todo bien, aceptamos que algunas cosas hay que imaginarlas y vivir un poco del lado de la fantasía es simpático e incluso causa regocijo. Pero cuando uno de los-chicos-de-mi-vida se transformó, aunque sea por 5 minutos, en un calco de uno malo-malísimo que le rompió el corazoncito a la protagonista me supera mal porque en este momento , sí, y la reputa madre que sí, quisiera dejar todo lo fantástico de lado y verdaderamente estar en una serie donde sé con toda seguridad que voy a salir ganando y el pibe nunca más va a tener una participación especial en mi vida (ni en los créditos).